Memoria y memorias

Relato

SABROSÓN N°0

Yasmín Ávila Picero

12/1/2023

Aquel sábado durante la madrugada, a Lucía la despertaron unos ruidos ocasionados por los vecinos de enfrente. Se puso la bata, abrió la puerta y dando pasos cortos y ágiles, asomó la cabeza sigilosamente hacia la calle. Luego de enterarse de la situación, volvió a la cama y se durmió con una sonrisa coqueta esbozada en los labios. A la mañana siguiente se dio un baño y regó las plantas del jardín mientras tarareaba. Por la vereda pasó Miguel, el vecino que tenía plantas de marihuana.

— Mijito le dijo Lucía—, como yo le guardo tan bien su secreto, ¿me podría traer el pan? No ve que ya estoy vieja y esta rodilla me anda fallando.

Estas últimas palabras las pronunció mientras sacaba un billete de mil pesos de su chauchera. Le entregó el dinero al joven y volvió a su casa sin esperar respuesta alguna. El chico, por supuesto, fue donde le pedían. Al terminar de tomar su desayuno, Lucía se dirige donde Clara, quien vive en la misma calle a unas 6 casas.

— Clarita, ábreme, apúrate que vengo atragantada… ¡Te tengo que decir algo!

Cuando la amiga abre la puerta, Lucía entra como bala y se instala en la silla mecedora, balanceándose con impaciencia.

— Voy a poner agüita a calentar y me siento a escucharte.

Clara se dirige a la cocina, pone la tetera y rápidamente entra a la pequeña pieza de al lado, donde guarda sus cachureos y donde no permite el acceso a nadie más. En uno de los muros de la habitación, se encuentra una serie de fotos bien organizada. Eran retratos individuales o caras recortadas de álbumes familiares, además de una foto tamaño carnet de Lucía. Bajo cada imagen, estaba escrito el nombre de la persona, seguido de información más o menos relevante que a veces estaba dividida en categorías.

Oscar (1945 a 2018): mi marido durante 52 años. Tuvimos un hijo y una hija, el niño murió de pequeño.

Fue profesor de música, olor inigualable a canela y tabaco, le encantaba bailar conmigo y ver películas con los pies sobre la mesa…

Felipito (…) Luci (Lucía del Carmen Barros Hernández) / Chismes de Luci

Clara lee las últimas líneas que escribió bajo la fotografía de Lucía y mentalmente recita como mantra, una y otra vez: poodle, canosa amargada, pelea. Echa todo lo necesario para el té en una bandeja que deja sobre la mesa de centro y lo sirve.

— ¿De nuevo tuviste problemas con la vieja pesada del poodle?

— No, niña, si te digo que es importante, imposible que se trate de esa tal por cual. Escúchame bien… Ayer, Esteban y Pilar, los de la casa verde con los farolitos, hicieron tremendo escándalo. Pasaditas las 2 de la mañana, el caballero salió con una maleta. Se subió al auto y cuando prendió el motor, Pilar se puso delante suyo y le gritó: “No se te ocurra volver conchetumare. Con razón ni me querías tocar, ándate con esa maraca y tu cabro chico. Ojalá les salga igual de feo que ustedes dos!”... Y le dijo otras cosas feas que mejor ni te cuento, Clarita.

— Oh, comadre ¡y tan felices que se veían juntos! Nunca me lo hubiese imaginado con esa cara angelical que tiene Esteban. Espérame, voy al baño.

Corre Clara a plasmar en el muro lo que Lucía acababa de relatarle. Apurada escribe bajo el nombre de Felipe, que estaba justo al lado del de Esteban: Se fue de casa con una maleta, Pilar lo echó porque tendrá un hijo con otra. Fue escandaloso.

Terminado el té, Lucía ayudó a la dueña de casa a levantar la mesa y lavó las tazas. Luego volvió a su hogar, pues sabía que ese día era importante para Clara; su nieto Felipe llegaba desde Francia. El muchacho seguía llamando seguido a su abuela para contarle sus aventuras y preguntarle cómo le iba en sus clases de gimnasia y en el club de cueca.

* * *

Clara abre la puerta y corre hacia la calle para saludar a su nieto. Lo aprieta fuerte contra su cuerpo y él le besa la mejilla húmeda, al igual que las suyas. Tras saludarse, ambos se disponen a comer la cazuela que Clara había preparado para su regalón.

— ¿Cómo te ha ido, mijito? ¿Cómo estuvo el viaje?

— Bien mami, el vuelo es largo, pero pudo dormir más que otras veces. Ah, ¡tengo buenas noticias! Encontramos un departamento súper bueno con Nicolas, nos vamos a mudar apenas vuelva para allá...

— Perdona que te interrumpa hijo, pero estoy con este problema que no me aguanto el pipí.

Clara se para de la mesa y recurre al muro de la pieza de las chucherías. Gracias a su habilidad para leer rapidísimo, no tardó en hallar lo que buscaba.

— Nicolas, Nicolas, Nicolas… Ahí está.

Nicolas: Felipe lo conoció en una grabación en París y están juntos desde el 2019. Adoptaron un gato en Navidad (Chuki). Separación en julio 2022 (...) volvieron a juntarse...

"Nicolas es su pareja, su pareja es Nicolas." repite Clara en su cabeza. Entra al baño a tirar la cadena y enjuagarse las manos. Vuelve al comedor y terminan de almorzar. Tras acabar el postre, se van al patio y se sientan en las reposeras bajo la sombra de un árbol. La anciana saca dos cigarrillos de una estuchera metálica y le ofrece uno a Felipe.

— Tú jugabas ahí, en ese pedazo de cemento. Todos me decían que lo tapara con algo, que se veía feo. Pero nunca lo hice, porque era tu lugar favorito para inventar historias y jugar con tus camiones... Y cuando no querías ir al colegio, te escondías detrás de ese arbusto que está al lado. Yo te iba a buscar de la oreja y tu tata me decía “déjelo que falte un día, si se porta bien. Yo le voy a enseñar a multiplicar en la tarde”.

— ¡Y lo peor es que sí lo hacía!

Los dos rieron y se quedaron largamente mirando nostálgicos las hojas del naranjo, el pasto y las flores. Cayó la tarde primaveral y cuando empezó a oscurecer entraron a casa.

Clara estaba muy cansada después de ese día ajetreado y lleno de emociones. Al ver las maletas, se desconcertó y no supo qué hacían allí, sólo podía recordar el final de la tarde que había pasado junto a Felipe. Más desesperada que nunca, acelera el paso hacia el muro donde seguramente encontraría alguna explicación.

— Mami, deberías ver un médico, te la pasas corriendo al baño.

— Sabes que odio a los médicos, además dudo que haya cura para la vejez.

“Maletas, maletas, maletas… Se fue de casa con una maleta, Pilar lo echó porque tendrá un hijo con otra. Fue escandaloso”.

— ¡Ay Dios mío, no puede ser! ¡Qué hiciste Felipito!

Clara se marea, intenta tomar aire varias veces y no perder el equilibrio. Se dirige al salón, donde se encuentra Felipe.

— Mami, ¿qué onda, estás bien? Tienes la cara roja

— ¡Pero cómo pudo pasar eso pues, mi niño ¿Por qué no terminó con Pilar mejor? Antes de ir a meterse con otra… Tener un hijo es algo importante y no puede ser que uno traiga niños al mundo así no más, por un cagazo! ¡Tú mejor que nadie deberías saber lo que sufren las familias cuando los hombres hacen esas cosas!

— ¿Pero de qué está hablando?

— Ya lo sé todo.

— Ven, dame tu mano, sentémonos aquí. Cuéntame quién es Pilar

— ¡Tu mujer!

— No mami, yo no tengo mujer, tengo marido. Se llama Nicolas

Clara se toma la cabeza con ambas manos sin entender nada y luego se larga a llorar desconsoladamente. Felipe la mira sin saber qué hacer.

— Ya pronto me voy a morir, mi amor. Mi memoria está rota. Ya no sé recordar ni sé quién soy.

— No diga eso, ve que no es verdad… A ver, ¿te acuerdas de ese día que saliste sin tus dientes?

— Cómo me voy a olvidar del día más vergonzoso de mi vida, cabezón.

Ambos se largaron a reír.

— Tenía que viajar a Valparaíso muy temprano y no había sentido la alarma sonar, así que me puse unos jeans, un abrigo y salí apuradísima. Me di cuenta de que andaba con las encías al aire cuando iba en la micro y tuve que llamar a tu mamá para que me trajera la placa al terminal de buses… ¡Nadie me había visto así, ni siquiera ella!

— Mami, viste que está bien tu cabeza… ¿Sabes quién soy yo?

— Tú… Tú eres mi tesoro.

Felipe apoyó su cabeza en el hombro de Clara en silencio y ambos se quedaron mirando a través del ventanal aquel naranjo y el bello pedazo de cemento en el patio que se hacía cada vez menos visible.

Yasmín Ávila Picero